viernes, octubre 15, 2010

Orígenes - Aguante New Orleans

Orion -8 de Octubre - Jelly Roll Trio- Atlántica Jazz Band

Este blog fue hackeado por un tal Garmendia por unos días, pero me alegra informar que ya hemos subsanado esta intrusión. El invasor ha quedado recluido a la sección de comentarios, de la que nunca debería de haber salido.
Ahora paso a redactar una entrada un poco extensa, a raíz de que el viernes 8 tocamos con el Jelly Roll Trio, compartiendo la fecha con otra banda. Sobre la tocada diré que no estuvo del todo mal, aunque faltó esa sensación crepitante de ensamble que a veces logramos en los ensayos. En mi opinión es un efecto de pánico escénico que se nos instala cuando tocamos en público. La pena es que se mata lo que me impulsa a seguir tocando jazz tradicional, algo que mis amigos de las corrientes más "modernas" a veces no entienden. Es que sinceramente creo que dentro de las sencillas estructuras del jazz primigenio, se posibilita esa extraña energía colectiva que insufló de energía a todo el jazz que vino después. Es algo accesible aún a los que no poseemos grandes dotes técnicas....lo que no puede faltar es la comprensión del paradigma, que a menudo escasea en los grupos más sofisticados y avanzados del género.
Otra explicación tiene que ver con las marcas iniciales que me introdujeron a esta música, ciertos recuerdos juveniles que atesoro y a los que les debo mi iniciación. Iré reproduciendo algunos de ellos más adelante, pero ahora quisiera relatar una experiencia que me quedó grabado como una imagen, un cuadro. Yo no tendría más que 17 años........

Descender al sótano del Bar Las Palmas (Sarmiento esq. Paraná) era ser admitido a la bóveda del tesoro del Rey Midas. Desde la vereda de la calle Paraná a menudo podían escucharse fragmentos de ensayos de las bandas de jazz tradicional que ahí se congregaban. Eran como cortos clips que arrancaban y se detenían, para luego comenzar nuevamente hasta avanzar algunos compases más. A veces buscaba excusas para pasar por ahí para ver si se captaban algunos de esos sonidos que se escapaban de las profundidades. Pero la mayoría de las veces sólo había silencio o apenas el débil sonido de un piano o un canto desafinado de tango. De modo que cuando Dicky Canci me invitó a presenciar un ensayo de verdad, mi emoción era incontenible. Se trataría de uno de los últimos ensayos de los desfallecientes Santos Lugares Stompers. Tomar el cafecito previo a la llegada de los muchachos ofrecía un panorama de los artistas decadentes que utilizaban las salas, gente de varieté, o de zarzuelas. Su aspecto era tanto más raída cuando se los comparaban con los semidioses, los músicos de jazz que iban llegando. Luego habría de descender por la escalera, ubicada al lado de los baños, a subsuelo, de donde provenía otro olor: el de la humedad teñido de tabaco. Ya en el rellano se escuchaba el tintineo de los pianos desafinados y otros sonidos amordazados que se colaban por las puertas acustizadas de las salas. Éstas tenían pequeñas ventanas por las que se podía espiar a sus ocupantes. Al transitar el pasillo que las separaba, me detuve frente a una de ellas, de donde provenía asordinada, una chispeante música de Nueva Orleans . El bastidor que proveía la ventanita me ofreció una postal imborrable. Se trataba de un ensayo de la Roseland Jazz Band. En el centro mismo del cuadro, dos cornetistas, de pié. Sus manos en las campanas de sus instrumentos, orientados uno hacia el otro en una actitud de intensa concentración. Eran Fernando Peliche y Rodolfo Yoia. Formaban una dupla curiosa, con cierto aspecto a hobbits. Al lado de ellos pero un poco más atrás se veía un trombonista más vale pequeño que delgado...era Hugo "Bicho" Borgnia. La imagen se congela en el momento mismo en que se produce el break a dos cornetas seguido por un glissando de trombón del añejo "Snake Rag", tal como lo tocaran King Oliver y Louis Armstrong en la legendaria Creole Jazz Band de 1923.


Algo más atrás se lo divisaba a Patricio Carrasco, aquél que sacudía sus rodillas convulsivamente al ritmo del los tumbados de la Creole JB. El piano estaría oculto tras la pared, pero ahí estaría tocando Ezequiel Pallejá. Ese día estaría ausente el tubista, Carlos Balmaceda, una persona que ingresaría a mi vida mucho más tarde. Sospecho que también estaría ausente el clarinetista...ya que no está en mi registro visual ni auditivo. De haber estado, se habría tratado de Cachi Carrizo o bien de Gustavo Meilij.
Muchas gracias a Rodolfo Yoia por refrescarme los nombres de los protagonistas de esta imagen, que me condujo luego por las vías del jazz

4 comentarios:

Jazzman50 dijo...

Que lastima que en lugar de seguir por esta "via" , agarro por un desvio equivocado. Con todo respeto: lamentable para los que lo admirabamos y amamos el verdadero jazz. Saludos

Juan Caino dijo...

los caminos conducen a quien los recorre, lo llevan, lo transladan. Los caminos no son estáticos ni se repliegan sobre si mismos.
El verdadero Jazz es un curro blanco y comercial para explotar por partida doble la alegría de crear del negro y el ansia de consumir y la pretensión de sentirse parte de una elite del blanco. El músico nunca le puso rótulo a su arte, fueron los asquerosos mercantilistas de las disqueras y las radios quienes lo hicieron, y algunos blancos vivos que se creían que iban "por la buena senda".

Anónimo dijo...

Te conosco caino y se que no pensas eso, el musico si le pone rotulo a su arte ese rotulo es Amor a la musica, te repito ni negros ni blancos, solo individuos que crean y hacen musica por el unico valor de crear y dar de su talento y corazon lo mejor de ellos o no???????? el del corno.-

Juan Caino dijo...

Estimado Horni-man ("el del corno") Algo así. Yo pienso eso, qué tendría de logico decir algo que uno no piensa? Concuerdo si en que el músico usa su arte como sublimación, como una manera de mejorar y vlcar hacia afuera cosas que lo dañan. Es mi creencia que el arte nace del profundo sentimiento de tristeza (o la concurrencia de varias tristezas) en el seno del artista. Es por eso que creo que de la plenitud y felicidad completas no sale nada, no producen artísticamente hablando nada más que meteorismo intelectual.

El amor a la música es algo que no está presente en muchos profesionales, que tienen una política (incomprensible para mí) que hace que se les vea a disgusto sosteniendo su instrumento é incluso tocando, pareciera que abrir el estuche les causa serios dolores físicos y/o psíquicos.

Buen debate, en todo caso. Te pido que no creas que me conocés, porque A) realmente no se quien sos B) vos realmente podés tener una imagen de alguna vez que nos hemos cruzado, hace cuantos años?? las personas somos por naturaleza cambiantes, al igual que el arte, entre ellos el jazz. Mal que les pese a los retrógrados. O sea, vos podés conocer lo que yo proyectaba hacia afuera en el momento que hayamos cruzado sendero en la vida. Al día de hoy, puede que te lleves una sopresa si nos volvemos a encontrar, no tanto de forma como de contenido

Saludos!