lunes, enero 23, 2006

2do Festival "Jazz en Miramar"

Miramar presenta una fisonomía muy peculiar en verano. En un día gris e invernal parece una ciudad fantasma de soledad y cemento. Pero en verano, se puebla con un público descontraído, que camina relajadamente por su paseo peatonal y calles flanqueadas por frondosos árboles. Abundan las bicicletas, y aunque también se aglomeran los automotores, hay abundantes lugares y modos de estacionar en sus amplias diagonales. Ciudad conceptual, que reproduce la racionalidad del urbanismo de Dardo Rocha, todo surge de una plaza central, lugar donde se erigió el escenario de su festival de Jazz. Su impulsor Ricardo Pucci, debió remontar las consabidas dificultades para poder concretar ésta, la segunda edición del festival. Esta vez, quiso combinar el aporte de músicos de Mar del Plata, con otros de la Capital. El precio por ocupar la plaza pública se evidenciaba en la presencia de al menos tres escenarios simultáneos. Dos de ellos en plena actividad sonora. En consecuencia, el jazz debía competir en decibeles con dos fuentes de nuestra música folklórica. Situación paradójica y en cierto sentido anacrónica, ya que el futuro apunta a una co-ordinación de ambas tradiciones, no una lucha antagónica. De todos modos la música pudo realizarse sin mayores inconvenientes, una vez incorporado al oído el fondo bullicioso del entorno. Un primer set contó con el dúo de Ari Sender (Arafán II) y Sergio Mileo. De modo que el festival arrancó con la energía propiciatoria de la percusión milenaria de África, junto con el torrente de latino-américa. Se sumó la bailarína M. Nascimento, que agregó un ingrediente de swing y movimiento realmente bello al set. Fué una noche muy especial para Sergio Mileo, puesto que siguió en escena para el set de nuestro Talking Trio, para luego reaparecer como invitado de Ricardo Nolé hacia el final del espectáculo. Jorge Armani ocupó la escena después de nosotros, reteniendo a Alfredo Facciollo, y sumando a Daniel Hoyos. Tuve que ausentarme un rato del lugar, pero pude seguir el evento por la radio de mi auto, ya que lo transmitía una FM local. Cuando regresé estaba en pleno funcionamiento la máquina infernal de Ricardo Nolé al piano junto a Ernesto Zeppa (drs.) y nuestro Alejandro Herrera (e-bass).
El nivel de estos músicos es de una dimensión tal, que me dejó un tanto apabullado, y me retiré un poco meditabundo, pensando en mi triste destino de músico aldeano. Reflexión neurótica, sin duda, por suerte, al tiempo volví a sentirme feliz por poder compartir un escenario con músicos de semejante talla.

jueves, enero 19, 2006

Vacaciones


La imagen testimonia el encuentro en vacaciones con el trompetista virtuoso Américo Bellotto, quien generosamente me invitó a compartir unos días en un departamento en el Valle de Las Leñas. Quedó demostrado que además de ser gran músico, es experto jugador de monopoly, buen cocinero, curandero exitoso y buen anfittrión.

Un poco más sobre Aníbal y otras ausencias.

(Aclaración: Esta entrada volvió a circular en Abril/Mayo del 2023 gracias a un posteo en Facebook de Carlos Schettino que lo rescató. Lo que relato a continuación correspondería aproximadamente al año 1962. Observé que contenía algunos errores y datos que requerían actualización, cosa que hice en los comentarios de Facebook. Hoy (10/5/2023) lo voy a editar corrigiendo y agregando datos)

 A propósito de el fallecimiento de Aníbal Betinotti, seguí rumiando acerca de recuerdos tempranos que datan de cuando tenía 16 años y recién me acercaba a la música. Quizás haya experiencias que sellan un destino. Me acordaba de aquellos poquitos ensayos que presencié de pibe en una casa cerca de la estación Florida, de una banda que en aquel tiempo se llamaba “Los Santos Lugares Stompers”. La casa era la de los padres de Alejandro Winkler (†), un adorable personaje que luego siguió activo en la Eureka Jazz Band,  y lugo en la  Delta JB. Como tubista poseía un  envidiable sentido rítmico. En aquel momento estaba tocando corneta, y en mi recuerdo quedó impreso la imagen visible y sonora de una reencarnación de Ed Allen. Aquel día llegué ahí de la mano de Dicky Canci(†) , que me había abordado espontáneamente en la estación Quilmes al verme parado parado ahí con un estuche de trompeta. Luego de un largo viaje en tren al norte, me encontré en medio de aquel ensayo que selló mi relación con la música. Ahí estaba Anibal, que tocaba con una aparente solvencia que me hacía pensar que era un Menuhin del banjo. El ensayo era comandado con una energía proverbial desde el piano por Carlos Borsalino(†) . Nunca podré olvidar la imagen de este joven líder que tocaba con la cabeza girada hacia la banda, y se acompañaba con ambos pies en rítmico unísono. Los otros dioses olímpicos que desplegaban su artes prodigiosas en aquella escena eran Saúl Lottemberg (†) en tuba, y Horacio Schere (†) en clarinete y saxo soprano. En realidad el clarinetista que se destacaba era un delgado y sinuoso muchacho, Gustavo Meilij.  de quien sólo supe que al tiempo dejó de tocar y ejercía la abogacía en una ciudad del litoral.. Escucharlo aquella vez fue hacerme estallar en la cara el impacto de Johnny Dodds resucitado en S.O.L blues, mucho antes de haber podido escuchar alguna grabación de los Hot 7. Otro músico que participaba de los ensayos de los Santos Lugares JB era el trombonista Sergio Tamburri(†) que luego compartió la fundación de la Porteña JB. (Gracias a un comentario que me hizo en este mismo posteo en 2006 pude hacer las correcciones con las que modifiqué este texto). 
Al poco tiempo mi joven almita perpleja luchaba con la paradoja de que Borsalino, que había pasado a crear la Eureka Jazz Band, se moría de leucemia. Vuelvo a mis preguntas sobre el limbo, y pienso que a lo mejor mucho de lo que esos muchachos hicieron, encontró alguna continuidad en algunos de mis proyectos. Ofrendo mi agradecimiento hacia todos ellos, y quisiera ser optimista, y pensar que algo de lo que hago hoy pasará a fluir en otros corrientes. Quien sabe.