miércoles, julio 25, 2018

Puercoespines

Ya llevo unos cuantos años en esto de juntarme para hacer música.  Creo que fue Schopenhauer el que dijo que éramos como los puercoespines: nos juntamos para sentir calor, pero al hacerlo nos pinchamos. Salvo que uno toque un instrumento que funcione autónomamente como el piano o la guitarra, no hay otra que rodearse de otros para armar conjunto. Algunos se retiran de la contienda haciéndose acompañar con alguna máquina/computadora. Pero tampoco tiene gracia el prescindir de la compañía de los semejantes. Es más, realizar un proyecto compartido tiene su recompensa única y especial. Casi siempre los grupos de música pasan por un  momento de sincronía en la que se suma el entusiasmo al producir la obra en colaboración. Se genera cohesión grupal y fluye el amor entre los miembros, a veces con la gestión de un líder, pero no necesariamente. También he tenido la experiencia de grupos en la que la organización era totalmente horizontal y no jerárquica. 
Invocar el amor me lleva a pensar que muchas veces las relaciones entre los músicos se parece a la de los novios. No tiene nada de raro que la energía que nos liga entre colegas sea libidinal. Libido homosexual en mayor medida, cuando las bandas eran mayormente poblados por varones, pero ahora que hay más participación femenina, se reparte más la cosa. Así también son las decepciones. Al tiempo aparecen los síntomas. Dificultades para organizar ensayos, reproches en las tocadas, y de a poco se va instalando insidiosamente un mal ambiente. Cuando no se contestan los mensajes, (sólo te clavan el "visto") el sufrimiento es parecido al de los amantes,  al tiempo también se instala la desconfianza, que fácilmente se va trocando en odio. Y así terminan tantos proyectos. En los comienzos cariño y la admiración mutua parecen borrar toda diferencia, a la vez que la idealización oculta las carencias de cada uno. Pero cuando ya se transitaron meses o años de convivencia musical, la tolerancia disminuye, y lo insoportable parece ganar la partida.
Hace mucho tiempo recordé aquella pregunta sobre donde van las biromes que se pierden. Los proyectos musicales generalmente implican mucho tiempo, sacrificio y en ocasiones dinero. En el apogeo de lo creativo se los vive como de una magnitud enorme, y seguramente muchos de ellos son realmente valiosos. Sin embargo a veces sólo conciten la indiferencia de otros colegas y público, aún cuando son exitosos expiran sin pena ni gloria.

miércoles, julio 11, 2018

Gato Revisited

Gato Barbieri Revisitado - Discos ICM- Pablo Ledesma (sx)- Pepe Angelillo (pno) Mono Hurtado (bass) Carto Brandán (drs)


Mientras escribo escucho el último lanzamiento de Discos ICM- Se trata de una grabación que rescata el recuerdo del Gato Barbieri, en manos de músicos que pertenecen a la movida más avanzada del jazz nacional y del movimiento impro.  El sombrero del Gato que está aludida en el arte de tapa remite al período más ...¿kitch?....de Barbieri. Quizás sería más correcto decir que corresponde al momento en que se volvió popular gracias a la famosa película "Último tango en París", y al tiempo  en que adoptó un repertorio latinoamericano, haciendo una fusión que anticipó el llamado movimiento  World Music. También es justo decir que adoptaba un perfil político, que coincidía con las posiciones progresistas de Charlie Haden y Carla Bley y que confluyeron en sus colaboraciones con la Liberation Music Orchestra. 
Adoptó aquel sonido carraspeado, intercalando ciertos liks que revelan un contagio con John Coltrane,  acompañado de mucha percusión y de músicos muy interesantes como Howard Johnson en tpt y tuba.  
Si, era una música sencilla en cierto sentido, o fácilmente asimilable por un público general,  muy lejos de sus primeras intervenciones con Don Cherry y con los movimientos de la vanguardia del free jazz en Nueva York. Debo admitir que cuando lo escuché en lo '80 me cautivó, y creo haber gastado el carretel de un cassette que escuché con insistencia en ese período.
Pablo Ledesma es un músico especialmente dotado para rescatar el legado de quién fue un ícono de en la historia del jazz argentino. Siendo un destacado intérprete de lo que es la forma más radical de la música improvisada, tiene la edad y la madurez para comprender, apreciar y respetar a los que forjaron el campo que habitamos hoy. 
Oriundo de Rosario, el Gato se formó junto al movimiento renovador del Bop Club porteño, y alcanzó una proyección internacional sólo comparable al que logró Astor Piazzolla.  Ledesma/ Angelillo et al hacen honor a esa trayectoria, a la vez que lo retraducen al  idioma que hoy es su forma de hablar en la música. 

viernes, julio 06, 2018

El Mundial y el Jazz

Generalmente le doy poca bola al fútbol. Pero el mundial arrastra voluntades y me he visto contagiado. Después de ver varios partidos (además de la eliminación de Argentina), tengo más respeto por ese deporte, que se ve tan promocionado y al mismo tiempo expoliado por los intereses comerciales que concita. 
En el curso de estos días se me ocurrió algo que no tiene nada de especial, y que quizás haya sido evidente para otros desde hace mucho tiempo. 
Veo que el fútbol comparte con el jazz algunos aspectos centrales. Las dos se rigen por normas, reglas de juego que admiten ciertas cosas y excluyen otras. Sin observar esas reglas no habría juego. Pero al mismo tiempo que el reglamento restringe la libertad de los jugadores, se da lugar a la ocurrencia inesperada, la intervención oportuna, el acto creativo que sorprende. También es interesante la medida en que el concepto de equipo hace al éxito de cualquier lucimiento individual.  El hecho de que hay un aspecto competitivo que pone en rivalidad dos equipos rivales no sea comparable a la música...aunque alguno me haya señalado que también hay una veta competitiva en los jazzeros. Igualmente defiendo el hecho de que se busque el "gol" musical sin la necesidad de tener que derrotar a un adversario. 
No creo que me den el premio Nobel por esto, pero por el otro lado el premio Nobel está muy devaluado en estos tiempos.