jueves, octubre 07, 2010

Garmendia no se rinde

Dickens Pub -Miércoles 6 de Octubre -Eduardo Palomo (pno) Julián Maliandi (gtr) Nico Pasetti (ctrb) Andrés Dellacasa (drs) E. Garvie (trp)

Sin que hubiera pasado siquiera una semana, la redacción me vuelve a enviar a cubrir otra presentación de este mismo grupo. Aunque sentía rechazo por tener que tolerar otra marejada de mal gusto musical, me entusiasmaba tener una nueva oportunidad de clavar mi pluma implacable, cual daga justiciera, en los cuerpos mutilados y sanguinolentos de estos degenerados, que en mi opinión desgraciaban a la escena jazzera local.
De modo que tomé asiento en un rincón del pub, tratando de entusiasmarme con lo que podría ser una nueva carnicería crítica.
Pero,......
A medida que avanzaba el set mi mandíbula empezaba a ceder a la gravedad, y mi cara boquiabierta no podía disimular mi asombro ante una mutación inesperada.
Para empezar, el ritmo complejo y envolvente del baterista me dejaba perplejo...debo admitir que la madurez de este joven adulto me asombraba, al desplegar un tapiz de poliritmia hipnotizante. Sus acentos eran resaltados por el contrabajista que aportaba un pulso que avasallaba a la vez que iluminaba la ruta armónica de los temas. Me impresionaba su rostro, que al concentrarse en su tarea, parecía poblarse de surcos de experiencia.
El arsenal tecnológico del guitarrista funcionaba con la perfección de la relojería suiza. Su inspiración en la improvisación se fecundaba con algoritmos de alta teoría, adquirida en su paso reciente por el centros de excelencia de las universidades bostonianas de jazz en EEUU. Además animaba el espectáculo con medidos comentarios en las que no estaban ausentes ni la erudición ni el humor.
El pianista apuntalaba toda esta estructura con la habilidad del defensor que rápidamente se transforma en un goleador fulminante. Es decir, se corría toda la cancha con su comping contemporáneo, pero al transformarse en solista desplegaba una gama de recursos que iban de los arpegios alucinantes a los obstinato arrasadores.
Pero la presencia más deslumbrante era la del trompetista. Presidía la labor del grupo con su aspecto senatorial, a la vez que su instrumento vertía el brío de una juventud que se renovaba con cada nota. Seguro en cada introducción, sus intervenciones variaban desde el ligero toque lírico hasta las alturas vertiginosas de agudo. Remataba los finales de los temas con la estocada certera del torero victorioso.
Luego del delirio de los bises, pasé por el mostrador a cobrar y me alejé del lugar. La música que había escuchado parecía perfumar la noche marplatense.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Oiga Don Garmendia, por qué no va este viernes a escuchar verdadero Jazz en Orion, con 10 caras bonitas 10, yo voy. Actuarán los dos mejores trompetistas de Jazz Tradicional. Los dos tienen barba blanca porque son ancianos. Si adivina cual de los dos es homo, le pago un güisqui.
El Acertijo

Anónimo dijo...

Che, este Garmendia es igual de exagerado para el bien que para el mal... Extraño los comentarios del autentico Sr. Garvie,

El Guasón

Juan Caino dijo...

Tio Garvie, estás chiflado mal.