viernes, septiembre 06, 2019

Guillermo Yanícola. RIP

Me tuve que tomar un tiempo antes de escribir unas palabras sobre la despedida de Guillermo. Es que el domingo pasado (1/9/19) sentí un cachetazo fuerte cuando empezaron a circular los whatsapp sobre su muerte. Estuve pensando que había cierta injusticia en el hecho de que él hubiera nacido en Mar del Plata y no en Nueva York, Berlín, o algún centro cultural del primer mundo. Y también que nuestra ciudad es ingrata con aquellos artistas talentosos como él. También sentí culpa, por no haber ido a ver sus múltiples puestas. Sí fui a escucharlo tocar con su Banda de los Ausentes , o sea su espectáculo unipersonal. Recuerdo aquella vez en que fui el único miembro del público, acompañado por el dueño, y un par de personas más del lugar. Hizo su show con absoluto profesionalismo, como si se tratara de un teatro de localidades agotadas. Sus canciones eran musicalmente interesantes, y las letras llenas de ingenio y de humor. Debería decir que son, porque hay quienes los han tomado para interpretarlos. Cecilia Pugliese por ejemplo, las ha incorporado a su repertorio. Algunas de sus piezas teatrales, en particular Disparate,  pero también tantas otras, seguirán siendo interpretadas. Muestra de lo prolífico de su obra es que en este momento en que se celebra el Festival de Teatro Independiente de la ciudad, se suben a escena tres de sus obras.
Mi experiencia personal con él data de hace muchos años atrás. Yo lo había vista tocar en un grupo llamado Entretrés, un trío que hacía música original que no encajaba en ningún estereotipo de género. Quizás fue lo más cercano a una música propia de nuestra ciudad, al margen de algunos proyectos  de los hermanos Corradini. 
Su ladero de aquel trío, Marcelo Iglesias me convocó una vez a integrar una banda, que creo que se llamaba Sudestada. El repertorio consistía en composiciones de él y de Guillermo, que en este caso tocaba bajo eléctrico. Los temas tenían esa misma impronta que remitía a música nacional, pero con un gesto más jazzero.  Recuerdo que en una de las pocas veces que llegamos a tocar, estaba entre el público Rodolfo Alchourrón, (de Sanata y Clarificación, arreglador de Piazzolla y tantas otras cosas) que había desarrollado una amistad con Marcelo. 
Quisiera abrazar aquella idea tan típica de la cultura de New Orleans, que aunque da lugar a un momento de llanto, luego pasa a celebrar la vida del finado, a festejar sus cualidades y las cosas buenas que deja tras de sí. Pero se ve que me cuesta.

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