¿Quién te ha visto, y quién te ve, Estebancito, sinvergüenza tocando Dixieland?....pareciera estar diciéndome admonitoriamente Kacho Rodriguez Jurado quien fuera mi gurú cuando de adolescente me acercaba a los ensayos de la Guardia Vieja Jazz Band. Algún día habrá una reconstrucción de la historia del jazz tradicional en Buenos Aires durante los años 60, en la que había una interna que se superponía a la del cisma del Hot Club de Buenos Aires, que dió lugar a la creación del Bop Club de Bs.As. Si bien las discusiones de esa época pueden parecer patéticas, son una muestra interesante de cómo funciona el sectarismo.
La divisoria de aguas entre los mismos clasicistas del Hot Club pasaba por las del jazz "Negro" y el "Blanco", New Orleans versus Chicago. Por cierto se pueden diferenciar los rasgos de estilo entre estas dos vertientes, pero es difícil imaginarse el desprecio, unido a toda clase de imaginario ideológico que podia sumarse a los razonamientos de los respectivos partidarios. También había otras subdivisiones, tradicionales contra revivalistas, los del "jazz puro" contra el "comercial", grupos pequeños contra bandas grandes, etc. En el campo en que yo militaba, el desprecio mayor se reservaba contra los partidarios del Dixieland....blanco. (Aunque los negros que lo cultivaran como Edmund Hall, o el mismísmo Louis Armstrong de los All Stars también eran despreciados).
En realidad, todos los que discutían estas cuestiones pertenecían a una misma extracción de porteños petiteros de esa época. Los clasicistas serían un poco más pretenciosamente cultos y pedantes, mientras que los otros estarían más sintonizados con una moda decadente que intentaba resistirse a los Beatles en EEUU y Europa.
Algunas de las bandas Dixie como Los Georgians, Los Dixielanders...los nombres ya se me escapan, lograban ingresar al circuito de los bailes de clubes populares porteños, y del conurbano. Desde nuestro campo eran tildados de "mersas", al tiempo que no veíamos que todos éramos igualmente musicalmente torpes al modo en que los chicos que hoy tocan tres acordes en una guitarra arman grupos y salen a tocar. El Dixieland también tenía sus escuelas,....partidarios de Bix, chicagoanos a la Eddie Condon, hinchas del dixieland "progresivo" y demás. Mientras tanto, todos éramos ignorantes de la revolución musical que se gestaba en el género desde Charilie Parker hacia adelante, y además desoíamos la riqueza de nuestra propia música nacional. Visto desde la distancia, todo parece tan pequeño.
La cosa es que el viernes pasado me sumé a una tocada bien, bien Dixieland. Junto a Juan José Zentilini, Alfredo Desiata, Ricardo Pereyra, Mariano Tito (Jr) y Oscar Linero (Sr)
tocamos un largo set para un público que colmó el paraninfo de la UTN en Buenos Aires. Salvo un grupo de jóvenes bailarines que animaban el fondo de la sala, era un público mayor, que aplaudía solemnemente cada uno de los innumerables solos, y que ovacionaba agradecido el viejo ritual de la tocada jazzera.
Comprobé que al llegar a los 60 acumulé suficiente conocimiento del repertorio "del jazz de todos los tiempos" como para defenderme en la cancha. Pero sobre todo fue bueno beneficiarme del saber de estos músicos experimentados, que hacían que se puediera llevar al escenario, sin ensayo alguno, un set convinciente de música que pudiera ser disfrutada por tanta gente.
La divisoria de aguas entre los mismos clasicistas del Hot Club pasaba por las del jazz "Negro" y el "Blanco", New Orleans versus Chicago. Por cierto se pueden diferenciar los rasgos de estilo entre estas dos vertientes, pero es difícil imaginarse el desprecio, unido a toda clase de imaginario ideológico que podia sumarse a los razonamientos de los respectivos partidarios. También había otras subdivisiones, tradicionales contra revivalistas, los del "jazz puro" contra el "comercial", grupos pequeños contra bandas grandes, etc. En el campo en que yo militaba, el desprecio mayor se reservaba contra los partidarios del Dixieland....blanco. (Aunque los negros que lo cultivaran como Edmund Hall, o el mismísmo Louis Armstrong de los All Stars también eran despreciados).
En realidad, todos los que discutían estas cuestiones pertenecían a una misma extracción de porteños petiteros de esa época. Los clasicistas serían un poco más pretenciosamente cultos y pedantes, mientras que los otros estarían más sintonizados con una moda decadente que intentaba resistirse a los Beatles en EEUU y Europa.
Algunas de las bandas Dixie como Los Georgians, Los Dixielanders...los nombres ya se me escapan, lograban ingresar al circuito de los bailes de clubes populares porteños, y del conurbano. Desde nuestro campo eran tildados de "mersas", al tiempo que no veíamos que todos éramos igualmente musicalmente torpes al modo en que los chicos que hoy tocan tres acordes en una guitarra arman grupos y salen a tocar. El Dixieland también tenía sus escuelas,....partidarios de Bix, chicagoanos a la Eddie Condon, hinchas del dixieland "progresivo" y demás. Mientras tanto, todos éramos ignorantes de la revolución musical que se gestaba en el género desde Charilie Parker hacia adelante, y además desoíamos la riqueza de nuestra propia música nacional. Visto desde la distancia, todo parece tan pequeño.
La cosa es que el viernes pasado me sumé a una tocada bien, bien Dixieland. Junto a Juan José Zentilini, Alfredo Desiata, Ricardo Pereyra, Mariano Tito (Jr) y Oscar Linero (Sr)
tocamos un largo set para un público que colmó el paraninfo de la UTN en Buenos Aires. Salvo un grupo de jóvenes bailarines que animaban el fondo de la sala, era un público mayor, que aplaudía solemnemente cada uno de los innumerables solos, y que ovacionaba agradecido el viejo ritual de la tocada jazzera.
Comprobé que al llegar a los 60 acumulé suficiente conocimiento del repertorio "del jazz de todos los tiempos" como para defenderme en la cancha. Pero sobre todo fue bueno beneficiarme del saber de estos músicos experimentados, que hacían que se puediera llevar al escenario, sin ensayo alguno, un set convinciente de música que pudiera ser disfrutada por tanta gente.
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