lunes, abril 29, 2019

Valentín en la Ballena Azul

24-04-19 - Concierto de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto -  en la Sala Sinfónica del CCK (Centro Cultural Kirchner) - Solista: Valentin Garvie - Dirección: Gustavo Fontana.


El piquete de taxis que me recibió en el aeropuerto Jorge Newbery  casi frustra mi asistencia al concierto de Valentin en el CCK. Había hecho malabares para llegar en horario, apelando a viajar por avión y tenía poco margen para llegar a horario. Por suerte un taxista disidente me dejó subir a su asiento de acompañante, y disimuladamente salimos como pudimos para el CCK.
No conocía la sala sinfónica, apodada la Ballena Azul, que es realmente una estructura magnífica de la que todos deberíamos sentirnos orgullosos. Sus cómodas butacas permiten una buena visión del escenario semi-circular, ideal para la disposición de un organismo sinfónico. La decoración de sus paredes laterales está concebido con un criterio acústico, y en el fondo se vislumbran los tubos de un enorme órgano que completa la ilusión de que no estamos en nuestra pobrecita patria, sumida en una crisis económica terminal. Siempre es la cultura la que se considera superflua y que puede ser atacada con los cortes presupuestarios. Pero por un momento al menos, uno se podía sentir inmune. La Orquesta Nacional de Mùsica Argentina Juan de Dios Filiberto carga con un nombre demasiado largo, y con la responsabilidad de poner en relieve el trabajo de compositores argentinos. Viene de un período en que sólo ejecutaba obras del campo del folklore y el tango, pero ahora amplió su espectro para abarcar un repertorio más académico. 
Así se escucharon tres obras. La primera fue la Sinfonía del Río de la Plata, una pieza amable que quizás concede demasiado a ciertos  rasgos característicos de la música popular nacional, lo cual  le confiere cierta ligereza. La participación del trompetista solista Ezequiel Méndez elevó el interés de una música que pareciera demasiado presa del bando más folklórico del debate Paz-Ginastera. 
Lo siguieron las Cuatro piezas para trompeta y orquesta de nuestro Valentín Garvie. En contraste con lo escuchado anteriormente la música parecía volcar un chorro de aceite hirviendo sobre el público. Es difícil el poder adoptar una identidad musical nacional. Las piezas de Valentin claramente reflejan su perfil forjado en la música contemporánea europea. En momentos se asomaban reflejos jazzeros, pese a que su instrumentación incluía una fila de bandoneones y hasta la participación de un charango. Acostumbrado a la versión de youtube de dos de las piezas tocadas por la Orquesta Sinfónica de Rosario, el orgánico del la Juan de Dios parecía no poder ofrecer la contundencia requerida, y de a momentos  quedaba desbalanceada en relación a un solista hiperactivo y de despliegue virtuosístico. Trato de ser crítico...pero obviamente me tocan las generales de la ley. Claro que me siento íntimamente vinculado con esa composición (y compositor) , ya que se trata de una música y un músico que me conciernen tanto. Mis intentos de parcialidad son un tanto fallidos.
El concierto  cerró con la Serenata para orquesta, op 43 de Guillermo Zalcman. Que la obra figure con número de opus da una medida de lo prolífico de la producción de este compositor. La Serenata logra sortear con bastante éxito el dilema planteado más arriba, y no hace concesiones fáciles al nacionalismo musical. Es una partitura que refleja un conocimiento profundo de la paleta orquestal, y por momentos su complejidad contrapuntística es desafiante. Recién en el último movimiento (Danza) el espectro  de Ginastera parece campear sobre la música. 
La eficacia en la conducción de Gustavo Fontana se puso especialmente de relieve en esta obra. Su prolijidad y gesto claro fueron claves en lograr un muy buen resultado de la orquesta. 

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