Me sorprendo de sólo pensarlo. Es la primeravigésima vez que se reitera el festival en su tradicional fecha de Abril. Esto significa una acumulación de patrimonio de credibilidad que bien tendría que servir para gestionar más apoyo. La repetición puede tener dos resultados. Por un lado puede generar cronicidad, aburrimiento y estancamiento. Por el otro puede armar una tradición que aporta a la cultura creativa de una comunidad. Apuntemos a lo segundo, tratando de variar la propuesta. En esta edición el atribulado Ferio Espinosa no tuvo otra alternativa que ir a lo seguro, a los locales, y a unos pocos porteños y platenses que vienen aunque les eches repelente. Obviamente la difusión fue mínima, y salvo algunos anunciantes para los programas, no hubo auspicio monetario alguno, salvo el apoyo del Emtur que facilitó algunas cosas. El Parade fue a pié (como me gusta a mi) avanzando por la peatonal San Martín, como lo dijo el prócer "..y en pelotas como los indios". En mi opinión eso genera mucho más contacto con la gente que agradece de muchas maneras ese cambio en la gris silueta del centro. Las dos fechas presentaron salas con una concurrencia sostenible, y Orión se quedó sin reservas a mitad de semana.
Me volvió a pasar algo que me ocurría en los grandes festivales europeos: tropezarse con gratas sorpresas inesperadas en los lugares menos esperados. A última hora y en la Bodega del Auditorium, escuché las dos bandas que más me impactaron: el cuarteto de Ignacio Subirós y el sexteto de Marcos Basso. El primero aumentaba su formación habitual de organ trio con la adición de Néstor (¿?) Gesualdi. Habrán pasado dos años desde la última vez que escuché a este joven tenorista, y su crecimiento ha sido impactante. En el grupo de Marcos Basso había un mix de elementos autóctonos con algunos de sus compañeros de estudio en Buenos Aires. La formación que incluía dos trompetas, saxo tenor y trombon sonaba maravillosamente bien, con composiciones y arreglos diestramente escritos por Marcos.
En la sala principal pude escuchar a mis ex-colegas del Big Band del Mar del Plata Jazz Club, que tenía la presencia de Leo Caldera en funciones de director. Les dije sinceramente que me daba orgullo oírlos. Debería mencionar también que yendo y viniendo por los pasillos, alcancé a escuchar algunos compases de el clásico grupo de Mingo Martino. Todos acordamos que se desempeñan muy bien con arreglos sencillos pero muy eficaces. (Mingo estaba presente, pero con su bastón. La batería se la delegó a un joven colega platense). También me dió emoción verlo a Nelso Castro, haciendo gala de su vocación docente pero también respeto por las diferencias generacionales, al frente de un grupo de jóvenes que obviamente no comparten su estética. Invitó a participar a una de sus alumnas de tiempos pasados....nuestra querida Soledad Curien. Sobre las actuaciones de los grupos en los cuales participé...opinaré en alguna otra entrada.
Me volvió a pasar algo que me ocurría en los grandes festivales europeos: tropezarse con gratas sorpresas inesperadas en los lugares menos esperados. A última hora y en la Bodega del Auditorium, escuché las dos bandas que más me impactaron: el cuarteto de Ignacio Subirós y el sexteto de Marcos Basso. El primero aumentaba su formación habitual de organ trio con la adición de Néstor (¿?) Gesualdi. Habrán pasado dos años desde la última vez que escuché a este joven tenorista, y su crecimiento ha sido impactante. En el grupo de Marcos Basso había un mix de elementos autóctonos con algunos de sus compañeros de estudio en Buenos Aires. La formación que incluía dos trompetas, saxo tenor y trombon sonaba maravillosamente bien, con composiciones y arreglos diestramente escritos por Marcos.
En la sala principal pude escuchar a mis ex-colegas del Big Band del Mar del Plata Jazz Club, que tenía la presencia de Leo Caldera en funciones de director. Les dije sinceramente que me daba orgullo oírlos. Debería mencionar también que yendo y viniendo por los pasillos, alcancé a escuchar algunos compases de el clásico grupo de Mingo Martino. Todos acordamos que se desempeñan muy bien con arreglos sencillos pero muy eficaces. (Mingo estaba presente, pero con su bastón. La batería se la delegó a un joven colega platense). También me dió emoción verlo a Nelso Castro, haciendo gala de su vocación docente pero también respeto por las diferencias generacionales, al frente de un grupo de jóvenes que obviamente no comparten su estética. Invitó a participar a una de sus alumnas de tiempos pasados....nuestra querida Soledad Curien. Sobre las actuaciones de los grupos en los cuales participé...opinaré en alguna otra entrada.
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