martes, mayo 11, 2010

Escape al Silencio

El sábado 8 concurrí a la sala Melany del complejo Radio City a ver la película "Escape al Silencio", un documental sobre la vida del músico chileno Alfredo Espinoza. Se trataba de la sesión inaugural del Marfici, (Festival de Cine Independiente Marplatense), un evento que ocupa cuatro salas durante esta semana, con la participación de películas provenientes de más de 80 países. El evento en sí contiene una moraleja para nosotros. Sin apoyos oficiales, luego de un año de trabajo sus organizadores han reunido un número considerable de sponsors, y participan como invitados un numero considerable de personas, muchos del extranjero.
Pero vamos a la película.
Sospecho que sus 90' de duración deben de haber sido insoportables para quienes no tienen ninguna vinculación con el músico ni el género que practica. Para mí fue un documento sumamente interesante, que me despertó las siguientes reflexiones.
Alfredo Espinoza, conocido en nuestro ambiente como el Chileno Espinoza, fue junto a Norberto "Gandi" Gandini, los dos músicos más inspirados de la original Porteña Jazz Band de finales de la década del 60 y principios del 70. A Gandi lo llegué a conocer en persona, no así al chileno, de quién no tenía ni siquiera una imagen de fotografía. Se han creado leyendas sobre ambos, y sus vidas siguieron un sendero paralelo. Eran líderes de un movimiento, y poseían personalidades complejas e interesantes. Gandi quizás más teórico e informado respecto de los orígenes del jazz, el Chileno más bien un talentoso que rápidamente absorbía el paradigma del estilo y se ajustaba a la perfección al rol que el saxo (instrumento algo híbrido en el jazz temprano) podía aportar en el ensamble instrumental de New Orleans. Esas primeras tres o cuatro discos de La Porteña JB son testimonios del nivel musical y estilístico que alcanzaron, antes de que esa banda se degradara en la parodia revivalista en la que caen prácticamente todos los conjuntos que practican hoy el género.
Gandi retornaba al país luego de perderse en las giras, pero el Chileno se instaló ahí, principalmente en Francia. La conducta adictiva de ambos los terminó por aplastar. Gandi anda perdido por algún pueblo de la Patagonia, y ha cortado todos los lazos con sus conocidos del ambiente musical. El Chileno finalmente regresó a su ciudad natal de Valparaíso, donde se refugió en la casa de su madre. Es visitado por sus amigos y colegas de otros tiempos (dos de los cuales protagonizan el documental), que atestiguan su deterioro y reclusión en su habitación y discurso delirante y ferozmente irónico. Lo que la película documenta es como a la muerte de su madre pasa a estar a cargo de su hermana Ella le impone límites y lo rodea de estructura hasta lograr que el músico resurgiera de las cenizas, y vuelva a la escena musical chilena. Hoy en día el Chileno logra sostenerse mediante sus actuaciones y clases de música, constituyendo un interesante ejemplo de recuperación.
Pero,...
El fantasmal flaco pelilargo, de rostro angelical y cuerpo casi intangible, hoy se parece bastante al chileno promedio de su edad (en su década 60 o por ahí). Está tocando, si, pero me pregunto si está pudiendo generar una escena significativa en términos creativos. Me duele que quizás sólo hayamos producido lo mejor en nuestra juventud, cuando estábamos iluminados por una suerte inspiración fervorosa. Luego, el destino es evolucionar, o ser una copia algo disminuida de lo que fuimos.
En resumen, me alegró esta reivindicación del Chileno. Como crítica a la película, me hubiera gustado que entrevistaran también a sus conocidos del ambiente porteño, que tendrían muchas más cosas que decir de él que los franceses que sólo lo conocieron tres años.

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