Me duele la noticia que recibí del fallecimiento de Carlos Balmaceda, producida el domingo 29 pasado.
Me duele por varios motivos. En principio porque leía reiteradamente su nombre en una obscura revistita llamada "Jazz Magazine" cuando yo apenas tenía 13 años.
Me duele porque se lo reconoció como el tubista emblemático del jazz Argentino, porque la tuba siempre fue un instrumento que me fascinó.
Me duele porque fue mucho más que un tubista. Fue pianista, arreglador, docente y uno de los primeros en jugarse profesionalmente como músico exclusivamente de jazz.
Me duele porque lo conocí personalmente, porque tocamos juntos, porque alguna vez vino ayudarnos la vez que Viva Buddy Bolden tocó en Buenos Aires. ( y lo obligamos a uniformarse)
Me duele porque formó parte de las primera formación de la Porteña Jazz Band,...aquella heróica de Gandini y de sus dos primeros álbumes grabados.
Me duele porque se lo criticó (me incluyo) por armar "piñateras" (bandas ad-hoc para hacer fechas en eventos, publicidad etc), sin considerar que él vivía precariamente de eso, y que además le daba trabajo a incontables músicos que convocaba desde su libretita donde figuraban más músicos que en la guía telefónica.
Me duele porque a uno de los que le dio trabajo fue a mi hijo Valentín, con el que pudo ganarse unos pesos y soliviantar sus estudios en la UCA.
Me duele porque en algunas oportunidades me llamó desde BsAs para que yo hiciera fechas con su banda comercial, lo que me daba una oportunidad de costear mi viaje a la Capital para ver a Valentín, y tocar un rato con él.
También me duele que así como se lo denostaba como "piñatero" realizaba la tarea obsesiva de transcribir nota por nota, con la precisión de una herramienta digital, las grabaciones de Bix and his gang, y otras grabaciones del genial Beiderbecke. Su labor de monje medieval fue un acto de devoción que supera la de cualquier efusión de los tantos fanáticos de Bix.
Me duele porque también convocó a Valentín a tocar esas transcripciones preciosas, por lo que se demostró que el trombón picante y versátil que tocaba Bill Rank era a vara, y no a pistones como creíamos los tradicionalistas ignorantes que desconocíamos la versatilidad de ese noble instrumento.
Me duele porque también sé que sufrió de desolación y dificultades personales y familiares que lo llevaron a vivir en una carpa bajo unas arcadas de BsAs, junto a su perro mascota.
Me duele porque pese a sus conflictos y detractores, sentía que la comunidad musical jazzera era su familia...tenía especial afecto por Carlos Damadián, y recuerdo que me llamó llorando cuando se enteró de la muerte de su amigo.
Me duele porque en los últimos años había encontrado una compañera que le dio apoyo y cariño...creo que por fin se sintió amparado y feliz, aunque fuera por poco tiempo.
Y finalmente me duele....porque sé por quién doblan las campanas....