martes, octubre 27, 2015

Guillermina Denevi

Viernes 23 de Octubre- Guillermina Denevi Jazz Quinteto- La Papallona Tetería Cultural
Guillermina Denevi (vcls)- Eduardo Palomo (pno)- Federico Viceconte (tnr.sx) Invitado: E.Garvie (tpt)

Guillermina Denevi acaba de editar su propio CD ("Ponciana"). Se trata de un álbum muy bien grabado y de presentación cuidada, que incluye un tríptico de contratapa. Contiene nueve standards   en las que la acompañan músicos de muy buen nivel. Como cantante luce buen control y afinación, que hacen a una vocalización agradable con el agregado poco usual en nuestro medio de poseer excelente pronunciación y dicción. Tiene la entonación de las jazz singers clásicas al modo de Ella Fitzgerald, y en ocasiones puede lanzarse a un scat  digno de las grandes damas del jazz.

Mientras lucho con la edición de nuestro disquito de Los Carlitos, no puedo menos que admirar la gestión de una música que lleva adelante su proyecto sin otros recursos que los propios, en forma totalmente independiente, y sin sacrificar un ápice de calidad tanto en lo musical como en el formato físico. 

Ocupé un lugar vacío para el quinteto, ya que su baterista Luciano Monte se encuentra trabajando en un crucero caribeño. No se extrañó demasiado su aporte rítmico gracias a la solidez de Barto Camus en contrabajo. Fue un placer tocar nuevamente con Eduardo Palomo en piano, alguien con quien compartimos innumerables proyectos en el pasado. Ha seguido madurando y hoy despliega un oficio como intérprete que lo convierte en uno de nuestros mejores músicos.
Traté de acomodarme al grupo como pude. Casi todos los que acompañamos esa noche estamos embarcados en proyectos musicales bastante complejos, casi pretenciosos, de modo que fue un placer relajarse en el medium tempo y el idioma de los standards clásicos. Hubo un ingrediente de desafío sin embargo, porque acompañar cantantes implica generalmente tocar en tonalidades desacostumbradas. 

sábado, octubre 03, 2015

Jorge Costagliola R.I.P

Corría el año 1975, creo, porque todavía no había no se había desatado el funesto golpe del '76. Pero ya se respiraba el peligro. También la agitación, la ilusión de un cambio social radical, una obstinación pueril en un nuevo amanecer. También se mezclaba con la desilusión que resultaba de la derechización del peronismo, la juventud repudiada, Isabel, el Brujo, y sobre todo las acciones de la Triple A, que llevaba adelante sus amenazas, asesinatos y operaciones, presagiando las tareas de exterminio que perfeccionaron luego los "grupos de tareas" de la dictadura militar.
La divisoria de aguas ideológica era tremenda...mucho más urgente y lesiva que la pretendida "grieta" que se pretende instalar en la actualidad. Afectaba todas las actividades, y nuestro movimiento musical no era ajeno a las mismas tensiones.
Se presentó una disyuntiva en el seno de la Rambla Vieja Jazz Band. Había dos invitaciones. Una, a tocar para un centro de estudiantes universitario, y otra a viajar a Mendoza para participar de un festejo del Día de la Aeronáutica. En una votación torturante, se impuso la posición de no aceptar la invitación estudiantil, pero sí la de la convocatoria de los militares.  Creo que fuimos dos los que perdimos la votación: Juan Carlos Jáuregui y yo.  Juan Carlos anunció que no viajaría y que dejaba la banda. Yo estaba desgarrado por la situación. Había por un lado la cuestión de que musicalmente les quitaba la pelota al grupo si me ausentaba, y por el otro lado, tenía temor por quedar demasiado expuesto en mi disidencia. No era bueno tener verme tan claramente marcado por mi posición política. Resolví viajar, pero que a mi regreso me alejaría del grupo al que tanto le había dedicado.
Viajamos a Mendoza junto con los músicos del Mar del Plata Jazz Ensamble, constituyendo una delegación del jazz marplatense al que se agregó Jorge Costagliola, allegado a nuestro movimiento por asistir permanentemente a todas nuestras actividades.
Aquel viaje en un trepidante DC 3, ha sido mucho mejor narrado por Ferio Espinosa. La cosa es que finalmente quedamos alojados en un cuartel de la aeronáutica mendocina, donde algunos cometieron tropelías de dudoso gusto, sobre todo una que me implicó directamente. 
Hubo dos instigadores, a quienes no voy a nombrar ahora, que  inventaron con insidiosa eficacia la siguiente versión: yo habría viajado armado, con la intención de asesinar a Jorge en un acto de justicia revolucionaria. Lo absurdo de semejante dislate llegó a convencer al menos  al bueno del trombonista Eduardo Boni Burini, que me imploraba que desistiera de mi propósito. Recuerdo con remordimiento aquel momento en que me sumaba a la fábula grotesca, quizás creyendo que diluía mi supuesta filiación extremista si seguía la farsa, o peor, haciendo el repudiable gesto de congraciarme con los graciosos perversos que lideraban la horda. 

Hace una semana me alejaba del hospital donde Jorge agonizaba. Volvía a mi mente el recuerdo de mi estupidez. Nunca supe si lo había mortificado en aquel momento. Lo cierto es que luego nunca tuvo conmigo una conducta incorrecta, y siempre me prodigó su amabilidad. Si tuvimos discrepancias políticas, o aún, si las tuviéramos hoy en día, ninguna sería tan grave como para impedir nuestro respeto mutuo. Ocasionalmente intercambiábamos correos electrónicos, anunciado actividades, novedades del ambiente, etc.
Ya demasiado tarde, te pido perdón Jorge, y te doy las gracias por la bonhomía, de la que intentaré extraer enseñanza.