viernes, mayo 30, 2008

Felix Barone Quartet- Dickens 28-05-08

Felix Barone es uno de esos soldados que admiro por su perseverancia para seguir adelante con sus proyectos, en particular los vinculados al jazz. Su nombre es icónico para muchos marplateses, porque muchos recordamos el programa "Nocturno en Mar del Plata" que emitía su padre por una de las dos únicas radios am que existían hace cuarenta años. Recuerdo como me iba a la cama con mi pequeño radio portátil para escuchar una selección de buena música instrumental, y en la que siempre se intercalaba subrepticiamente algo de jazz. Fué ahí que escuché por primera vez a Erroll Garner, por mencionar sólo a una de las experiencias que estimularon mi oído adolescente.
Félix tuvo la osadía de producir bajo el mismo nombre un ciclo de jazz en la televisión local, y admás la de invitarme a tocar ahí. Reincidió nuevamente, esta vez convidándome a tocar unos temas con su Quartet.Desde hace un tiempo se viene estableciendo con su sólido conocimiento del idioma de los standards, y ha formado su conjunto con jóvenes promesas locales como lo son el guitarrista Abel San Martín, el bajista Daniel Muchnick y el baterista Ezequiel Morales. La característica más sobresaliente del grupo es el excelente criterio sonoro del grupo: tocan suavemente, a un nivel que no agrede los tímpanos del público como lo hacemos casi todos los demás. Por lo tanto es un placer tocar un instrumento de viento con ellos. Creo que nunca me sucedió antes en Dickens que debiera controlar mi propio volúmen "al aire" para no desentonar.
Félix tuvo la gentileza de acceder a mi pedido de tocar la balada "I've grown accustomed to your face", que me viene persiguiendo desde que escuché lrecientemente a hermosa versión de Warren Vaché.


miércoles, mayo 14, 2008

Murió Don Adolfo. ¡Viva Don Adolfo!

Hace ya muchos años que Adolfo Ábalos fuera residente de Mar del Plata. Siempre fue una curiosidad que quisiera transladarse junto a su familia a un lugar periférico, siendo que sus intereses artísticos había que administrarlos en el maldito Gran Puerto. Hasta hace unos años era usual cruzarse con él, paseándose con su Nancy Gordillo. En muchas oportunidades, se lo veía sentado frente a algún escenario escuchando indulgentemente, mientras los jazzeros del pueblo desgranábamos nuestros intentos, plagados por nuestro bien intencionado amateurismo. Cada vez que lo veía intentaba acercarme y expresarle mi reconocimiento por una deuda cultural que creo que este país todavía no ha advertido. Me escuchaba, pero descartaba mi intento cortésmente, con el gesto casi frío de algún descendente de la nobleza rusa.
Es que mi deuda también es personal. Intentaba contarle que mi madre, formada en las escuelas de danza de Londres y Suiza, incorporaba la música de los Ábalos en las clases particulares que daba en su casa. Sucedía en Ranelagh, énclave de extranjeros en el sur bonoarense. Pero la inglesa, contrariando los reflejos gorilas de su entorno, no trepidaba en contar con la famosa edición de las 30 Danzas Argentinas que formaba parte de el material didáctico de la escuela argentina. En ella también alguna maestra me habría enseñado a bailar una chacarera. Y luego, a los 9 o 10 años, tuve el impacto de ver a los Ábalos desplegar su show al aire libre de una despoblada Santa Clara del Mar. Me parece que los árboles que sombreaban el patio de la Confitería del Viejo Contrabandista superaban en número al público asistente. Pero los rostros y los gestos de Machingo, Vitillo y Adolfo nunca se me borraron de la mente. Recuerdo esos zapateos, esas interjecciones, y esas chanzas familiares, que adornaban la inclusión en los números de sus hijos. Ahí seguramente habría visto a las Nancy y a Marina aún más jóvenes que yo, bailando y tocando bombo, quenas y sikus. ¿Por que será que no me acuerdo de los varoncitos? Será que mi incipiente erotismo se estaría conformando, acompañado del canto despojado, simple pero fundamental de esta familia santiagueña.
Muchos años después escuché en los relatos con que acompañaba sus espectáculos, que Adolfo conformaba con el Mono Villegas, y Horacio Salgán la cofradía de los FIJOS. Una troika poderosa que se enbanderaba con las insignias del Folklore, la Improvisación (¿o era la Imaginación?), el Jazz, la Objetividad, y el Surrealismo.
¿Quien puede dar cuenta de todas las marcas que nos determinan? - Al menos tengo la dicha de saber de los que les debo a los Hermanos Ábalos.

jueves, mayo 08, 2008

Ya fue el Festiferio....

Ya pasaron varios días desde que se realizó el Festival de Jazz en Abril. Remito a la página de Ferio para ver los detalles. Participé en todo lo que pude, que no fue mucho, dado que estoy en medio de una racha estacional de mucho trabajo. De todos modos tengo que destacar la impresión que me causó Warren Vaché, un cornetista que yo tenía clasificado junto con Ruby Braff como un jazzero solvente pero del montón. Verlo en acción fue una lección de sobriedad y musicalidad. Tocó sentado, con el gesto de un músico clásico, y desgranó junto a sus dos acompañantes americanos una serie de standards conocidos pero tratados de un modo que les brindó renovado interés.
En cuanto a nuestras actuaciones puedo decir que Leo Caldera se dió el gusto de presentar la Big Band del Mar del Plata Jazz Club, en el escenario mayor del Teatro Auditorium. Con el apoyo de buen sonido y la concentración de todos sus músicos la banda logró mostrarse en su mejor nivel.
Jazz Attack tuvo dos ocasiones para presentarse. La primera fue el viernes 11 en la trasnoche de Orion. Ahí la banda sonó como el ORTO, principalmente por la actuación del trompetista, que al advertir la mirada inexpresiva de Warren Vaché, (sentado en primera fila) sintió una parálisis motora que empeoraba con cada tema nuevo. Hubo revancha al día siguiente en La Bodega del Auditorium. Allí, con una sala semi-vacía, la banda se soltó y logró generar el tipo de energía que requiere un repertorio bopero.