martes, junio 05, 2007

Malditas grabaciones

El momento de grabar siempre es un punto de conflicto. No me refiero a la experiencia comercial de aquellos que tienen una proyección en el mercado, sino el de los músicos que aún sin moverse en el ámbito de las empresas grabadoras, deciden dejar un testimonio de su tarea, para ellos mismos, para los amigos, o aún para contar con un CD para ofrecer a su reducido público.
La dificultad pasa por dejar un registro que haga honor al momento por el que está atravesando el grupo. En general, es como el problema de dar examen. El momento en que se presenta el micrófono, desaparece la espontaneidad, el calor de la actuación en vivo, el repentismo del momento.
Pero lo que termina por aplastar las buenas intenciones artísticas son las condiciones en que los técnicos de grabación de hoy pretenden imponer a los que cultivan un género como el jazz, que se nutre del contacto casi corporal entre los miembros del grupo. Surge la obsesión por "separar los instrumentos" o sea los canales de grabación, con el objetivo de lograr pistas separadas para cada instrumento. Supuestamente, eso ayudaría el proceso de edición, eliminando errores, o secciones enteras para luego ser grabados en forma separada. El otro tic es "grabar la base" para ir superponiendo luego los instrumentos solistas. Todas técnicas asociadas al modelo que impuso el rock, que tiene sus propios parámetros estéticos respetables, pero que se alejan del ideal de la improvisación grupal que impera en el jazz.
Puede ser que sea un fenómeno local. Pero Valentín Garvie, nuestro asociado que hoy actúa en un contexto global, y que visita con cierta frecuencia las salas profesionales de grabación, cuenta que se puede encontrar la misma tensión en el exterior. Sin embargo, pueden distinguirse los técnicos e ingenieros de sonido más cultos, que entienden las características en juego en cada género, y que respetan la necesidad de no sacrificar las condiciones naturales de ejecución en función de rígidas concepciones técnicas.
El ejemplo paradigmático de cómo se puede grabar una banda de jazz existe desde aquella vieja e histórica grabación del concierto de Benny Goodman en el Carnegie Hall, tomada por un solo micrófono en aquel épico recital de la década del 40. En nuestro medio lo entendía bien el recientemente fallecido Alfredo Savasta. Si bien Alfredo era un obsesivo de los desarrollos tecnológicos y las innovaciones en sistemas de sonido, sabía muy bien lo que hacía. Es una pena que la mayoría de las grabaciones que nos efectuara fueron de actuaciones en vivo. No tengo conocimiento de que alguna vez algún conjunto local se decidiera a grabar formalmente con él.
Decididos a grabar nuestra "suite" recientemente estrenada, nos juntamos el viernes pasado los JRT junto a Juan Ignacio Caíno, que se impuso el rol de ingeniero de grabación. Salió a relucir mi viejo y minúsculo minidisc, operado por el patriota Laci Trakal. Siempre con el principio de que son preferibles varias tomas que el "corta y pegue" para ahorrar tiempo de edición, Juan Ignacio se volvió a Buenos Aires con varios minutos de pasajes reiterados. Estará por un tiempo largo pasando la saranda para ver que se puede rescatar de una larga sesión.